Paso a paso, el bosque se va estrechando y el camino obliga a detener el coche. El viaje prosigue a pie durante dos kilómetros entre pinos centenarios, de una altura admirable. Da la sensación de que cientos de ojos de animales que habitan la frondosidad observan: los corzos, jabalíes, zorros, liebres, erizos, gatos monteses, águilas... y hasta el mismísimo lobo.

Al fin, entre los increíbles farallones de este paraje, hasta hace poco casi inviolado, descansa la Laguna Negra. De origen glaciar, esta laguna a 1.753 metros posee unos paredones de morrena de casi unos 90 metros, recorridos por varias cascadas que van a fundirse con el Duero y el Revinuesa. 

Su nombre es otorgado gracias a su fondo verdinegro de las rocas que le confiere una misteriosa sensación de profundidad. Quizá también colabore el reflejo de los árboles de alrededor, que al estar en el límite altitudinal, crecen en las orillas, algo extraño en este tipo de lagunas glaciares que suelen carecer de vegetación. Debido a este hecho y la antigüedad del paisaje no ha de extrañar el encontrar fósiles vegetales. 
 

 

La nieve suele cubrir el suelo y congelar la cascada durante el otoño y el invierno. Es un momento precioso para escalar por el sendero que lleva hasta la cima del Urbión a 2.000 metros y que recorre otras lagunas que, no siendo tan bonitas, propician un agradable paseo: la laguna Larga, la de Urbión, la Helada, del Hornillo, de Abantos, de Pie de Buey, la Verde y Hoyo Abanto. Es posible alcanzar esta cima también desde Covaleda. 

Con estas características, no es de extrañar que este paraje haya dado lugar a numerosas leyendas, y que los lugareños siempre hayan temido estas tierras. Se dice que la Laguna es insondable y que no tiene fondo porque es un Ojo de mar. Tiene flujos y reflujos por el vaivén de las olas. Aunque ya se ha llegado a fondear, el misterio sigue vigente desde épocas inmemoriales. El mismo Pío Baroja recogió en un artículo cuando subió en 1901 que, según los ancianos del lugar, en días de tormenta eran las bestias submarinas las que rugían y no los truenos rebotando en los paredones. Pero no es esta la única historia que se contaba para amedrento de los niños. Una ondina, que habita las profundidades del agua, atrae con sus artimañas a los hombres para hundirlos con ella eternamente y el hombre que protegiendo un arcón de onzas de oro amenaza la tranquilidad desde una cueva.

 

 

Pero sin duda, la leyenda más conocida y bella de todas es La tierra de Alvargonzález escrita por Antonio Machado e inspirada por una excursión que realizó a la zona y que también ha dado lugar a una ruta. 

El relato narra el parricidio cometido contra Alvargonzález, un amable terrateniente de la zona. Debido al deseo de heredar y por los celos hacia el benjamín, los dos hermanos mayores cometen el asesinato arrojándose más tarde a la Laguna agobiados por el recuerdo y los remordimientos creados por el paraje misterioso lleno de bosques de pino albar, olmos, aulagas, pino negro y lo casi nunca visto, de manchas de hayas. 

Los deportistas encuentran aquí un paraíso. El paraje permite pescar, escalar, cazar en la Reserva Nacional de Caza del Urbión y hasta recoger boletus edulis. Pero lo más especial es la Travesía a Nado de la Laguna Negra que lleva más de cuarenta años celebrándose el primer domingo del mes de agosto. 

Paraje bello, puro, imprescindible y misterioso, musa de leyendas y hasta de películas.


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